Edgardo
Monteoliva lleva toda su vida coleccionando autos antiguos. Con su primer
sueldo se compró el primero, un Ford T modelo 1924 que hoy está en la vidriera
del salón. Siguió con un Chevrolet 1956 y un Fairlane 1957. Y después no paró
más.
Tiene medio centenar de autos, de todas las marcas. Pero asegura que todavía no
compró el último. Y ahora, se dio el gusto de abrir el primer museo en la
localidad de General Conesa para compartir con la gente su colección y ese
hobby que comenzó desde muy pequeño.
El espacio
físico de unos 320 metros cuadrados, donde comenzó a exhibir sus joyas, está
ubicado en pleno centro de la localidad, sobre la avenida San Martín, y tiene
el nombre de “Carro-Monte”. Seguramente será un lugar que se convertirá una
atracción turística de la zona, como sueña Edgardo.
Cada uno de
los autos funcionan perfectamente. La mayoría mantiene su mecánica original, al
igual que la carrocería y sus tapizados. Otros tienen modificaciones especiales
porque en sus momentos fueron utilizados para competencias.
Edgardo tiene ahora 66 años y está en su domicilio, aislado y tomando todas las
medidas de precauciones para su salud a raíz de la pandemia del COVID-19 y por
ser persona de riesgo. Eso le permite tener mayor tiempo para repasar
cuidadosamente los comienzos de la colección, sus idas y vueltas para conseguir
a sus reliquias, y releer la historia de cada una de sus máquinas.
Algunos le
costaron mucho tiempo. Es que tuvo que convencer a sus propietarios para que
finalmente se los vendieran. Y recuerda, con cierta pena, que en otros casos se
quedó con las ganas de adquirirlos, por los altos precios a los que se los
ofrecían.
“Este hobby por los autos nació conmigo. No solo me dedique a comprarlos.
Siempre me interesó conocer la historia que tiene detrás cada uno de estos
autos. Eso, para mí, también hace aún más importante y rica la colección. Hoy,
por mi edad, estoy casi retirado pero sigo diciendo que todavía no compre mi
último auto”, asegura Edgardo.
El hombre es fanático de los Torinos. En su colección tiene tres de ellos: un
modelo 69, con tres carburadores similar al que compitió en Alemania; una coupe
72 de edición limitada, y la última que salió al mercado, modelo 82 gamma.
Durante la charla con RÍO NEGRO rememora los primeros pasos de su colección,
que comenzó casi cinco décadas atrás cuando trabajaba para una entidad bancaria
y con su primer sueldo se pudo dar el “gustito” de comprar un Ford T modelo
1924.
Historias
A lo largo del tiempo, este apasionado por los fierros, recorrió gran parte del
país para encontrar algunas de las piezas. Y muchas veces, de vacaciones con su
familia recorría desarmaderos o “basureros” buscando esas piezas de colección.
Entre las reliquias expuestas hay historias. Como el de “Pamela”, un Ford A
modelo 1929, totalmente original, que pertenecía a un médico reconocido de
Buenos Aires, que lo utilizaba los domingos y tenía un estacionamiento especial
frente al famoso café La Biela, en el que tomaban café Borges y Bioy, frente al
cementerio de la Recoleta.
Su hobby lo hace moverse, viajar. Como hace un par de años, que se trasladó
hasta Brasil para conseguir un imponente Jeep Willy de 500 caballos de fuerzas
preparado para las competencias de todo terreno.
Edgardo
recorre el salón con una franela, le saca el polvillo que s instala sobre los
autos, los pone en marcha para que la mecánica no se dañe.
“Puedo pasar horas contándote el pasado de cada uno de estos autos, incluso
algunos de estos ya casi no se encuentran. Por eso esto es una pasión y ahora
puedo ponerlo a la vista de toda la gente para compartir mi locura por los
autos.”
Edgardo heredó de su papá que era médico el fanatismo por los autos, y ese
legado también se la pasó a sus cuatros hijos quienes de alguna forma
comenzaron con sus colecciones.
Diego
Martín, Lucas Manuel y Nicolás poseen sus propios vehículos;Laura, la “niña
mimada de papá” a pesar que le gusta el hobby, no tiene el propio. Pero Edgardo
comenta sonriendo que “ella puede venir y elegir entre todos, los que más le
guste. Ella, como única hija mujer, tiene un plus sobre sus hermanos.”
“Esto, en definitiva va a quedar todo para ellos. Pero siempre les trasmití que
tienen que conseguir sus propios autos, porque se disfruta mucho más. Saber el
sacrificio que cuesta conseguirlos, arreglarlo y dejarlo listo como uno quiere,
de esa forma se disfruta más”, dice.
También en esta historia, resalta el acompañamiento de su compañera de vida,
Diana, quien apoya cada una de las decisiones. “Me aguanta y me sigue con esta
locura. Se ha pasado horas sentada mientras yo recorría lugares o charlaba con
la gente tratando de conseguir algunos de los auto, además de viajar por todos
lados buscando.”
El largo
proceso de la puesta a punto
Muchos de
las adquisiciones suelen tener inconvenientes mecánicos, faltan repuestos,
tienen problemas con la carrocería, de pintura o de tapizado.
El fanático cuenta con la ayuda de profesionales en Bahía Blanca que los
reconstruyen, aunque el trabajo, casi artesanal, no es sencillo y esas tareas
llevaron de dos a cuatro años para dejarlos originales y en marcha. Incluso,
hubo piezas o parte de la mecánica que se debió comprar fuera del país.
También tiene casos donde debió comprar hasta tres autos para terminar de armar
uno solo.
La fotito,
con mucho cuidado
El espacio
privado podrá formar parte de una de las atracciones turísticas de la localidad,
aunque Edgardo es muy meticuloso cuando se le consulta sobre el tema.
“Tenemos que hacer algunos cambios en las exhibiciones, porque mucha gente no
sabe el valor de estos autos y lo que cuesta tenerlos como están. Y muchas
veces por sacarse una foto suben a los chicos sobre el capo o los guardabarros
que terminan rayando la pintura o dañando la chapa. Para mí, será un orgullo
formar parte del turismo, pero tendremos que acomodar con alguna vallas para
que la gente pueda admirarlos sin dañarlos”, asegura.
El hotel que
se usa para la cuarentena
Edgardo
Monteoliva es, además de un apasionado por los autos, el propietario del hotel
Conesa, el que hace meses puso a disposición gratuitamente a la municipalidad
de la localidad para afrontar los casos del COVID-19. Allí se aloja a los
vecinos para aislamiento de los casos que determinen las autoridades locales de
salud.
El Hotel cuenta con 23 habitaciones y dispone de 70 camas, las mismas son
utilizadas como camas de aislamientos para enfrentar la pandemia del Covid-19.
Noticia de: Diario Rio Negro